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04 marzo, 2007

Medios de comunicación, ¿recursos tecnológicos o industrias culturales?

El término medios de comunicación hace referencia a un concepto moderno derivado de la revolución cultural y tecnológica que se produjo con la difusión del uso de la imprenta de Gutenberg en Europa a partir del siglo XV. No obstante, según Briggs y Burke, conocidos historiadores de los medios, es hasta la década de los veinte en el siglo XX que comienza a hablarse de los media o medios de comunicación, y más tarde en los años cincuenta se transforma en un término de uso común para referirse a los entonces “nuevos” medios electrónicos, como la radio y la TV, que tienen la capacidad de transmitir mensajes masivamente, por lo que se les comenzó a llamar, en los estudios especializados, medios masivos de comunicación o mass media. [1]

En la actualidad, el uso que se hace de la palabra medios o media conserva implícito su significado original: mitad o punto medio. Dicha noción remite a un vínculo o agente intermediario entre lugares o cosas. Así, un medio en química une partículas de materia y un medio también es un vehículo o un medio de transporte. De facto, cuando se habla de medios de comunicación se hace necesario distinguir entre los medios entendidos como recursos tecnológicos o como industrias culturales.

Como recurso tecnológico, un medio de comunicación es un dispositivo técnico útil para establecer vínculos entre un emisor y un receptor de mensajes. Es un instrumento que cumple una función técnica. Si revisamos los conceptos básicos de las teorías funcionalistas de la comunicación un medio se define como la forma técnica o física de convertir el mensaje en una señal capaz de ser transmitida a través de un canal. Las propiedades tecnológicas o físicas de un medio están determinadas por la naturaleza del canal, que a su vez condiciona la diversidad de códigos que se pueden transmitir. [2]

De acuerdo con esta visión teórica, existen tres clases de medios de comunicación: los primarios son los medios presenciales como la oralidad o la gestualidad del cuerpo y de la cara, éstos son medios que requieren la presencia de un comunicador, quien produce actos comunicativos; luego están los medios representacionales como las artes plásticas, gráficas, escénicas, literarias, todas ellas fungen como medios de comunicación que utilizan convenciones culturales y estéticas para producir textos de algún orden, y a través de ellos se crean obras comunicativas; finalmente, se ubican los medios electrónicos[3] como el teléfono, la radio, la televisión, el Internet que funcionan como transmisores de actos y obras comunicativas y distribuyen su señal a través de canales electrónicos.

La función técnica que cumplen los medios electrónicos es lo que les otorga un potencial adicional con respecto a los demás medios. Al servir como transmisores de actos y obras comunicativas y distribuir la señal de un comunicador determinado entre una masa crítica de receptores, el medio se transforma en un recurso tecnológico muy eficiente para la construcción de redes de intercomunicación social, con todo lo que esto significa en el contexto del sistema capitalista actual.

Por ejemplo, como recurso tecnológico la radio es un instrumento que sirve para transmitir tanto el mensaje de un indio zapoteco de Oaxaca como el de Carlos Loret de Mola.[4] De acuerdo con el modelo funcional el proceso comunicativo tiene una estructura de cinco pasos: fuente, transmisor, canal, receptor, destinatario. En el primer caso, la fuente de la información sería un sujeto indígena, portador de una cultura aborígen en peligro de extinción; el transmisor, es la antena y la estación de radio comunitaria o “indígena”; el canal son las ondas radiales; el receptor son los aparatos de radio del auditorio, y el destinatario es el radioescucha, que para el caso, son indios oaxaqueños miembros de la comunidad lingüística zapoteca.

El significado que tendría este proceso comunicativo, en el contexto de nuestra sociedad globalizada, es extraordinario. La simple emisión de la voz del indio hablada en lengua zapoteca a través de las ondas hertzianas representa un acto de resistencia, una suerte de “muerte cultural”. Se sabe por múltiples reportes etnográficos, que para evitar su desaparición los pueblos indios se están organizando y han comenzado a usar los medios de comunicación (radio, video, publicaciones impresas, literatura, teatro, danza, música, etc.) como recursos tecnológicos útiles para tejer sus redes sociales y recrear, conservar y reproducir su cultura. Hoy día, es un hecho contrastable que para los pueblos indios es muy importante apropiarse de estos recursos mediáticos, pues representan, prácticamente, un arsenal con el cual luchar en los diversos campos sociales en los que busquen participar.

El caso de Carlos Loret de Mola tiene un significado completamente distinto. La fuente es un periodista joven y prometedor del Grupo Televisa; el transmisor es la XEW la estación de radio más antigua y de mayor alcance en México; el canal son las mismas ondas hertzianas; los receptores son los millones de radios sintonizados a la XEW durante el tiempo del programa Hoy por Hoy, y el destinatario, es la masa de radioescuchas mexicanos y, en general, los miembros de la comunidad lingüística hispana en la región latinoamericana.

Lo que se intenta demostrar aquí es que los medios pueden ser utilizados por cualquier persona, grupo o comunidad, privilegiado o no, como recursos tecnológicos para comunicar y construir redes, por medio de las cuales les sea posible la subsistencia, el crecimiento económico, la participación política o, en términos más genéricos, la existencia en la sociedad global que como ya se señalaba, se está ingresando en una nueva fase de desarrollo del sistema capitalista basado en la información y los medios para generarla, procesarla y transmitirla.

El uso continuo y sistemático de los medios de comunicación como recursos tecnológicos por parte de los diversos agentes sociales que componen la sociedad, conduce a la configuración de campos sociales articulados a través de la lógica de los campos de la producción cultural.[5] Dentro de estos espacios de interacción social, los medios de comunicación de masas (mass media) actúan como industrias de la difusión de información.

Desde los tiempos de Gutenberg, los medios de comunicación han sido temidos y criticados por el poder que implica tener la capacidad de transmitir mensajes y más aún cuando éstos son recibidos por masas sociales. Efectivamente, la imprenta de tipos móviles puede ser considerada históricamente como el primer medio de comunicación de masas, una masa crítica de lectores, ilustrados si se quiere, pero en todo caso una masa de sujetos con la capacidad para dar sentido a la acción social. Con esta tecnología de la comunicación se pudieron reproducir mecánicamente los libros, textos escritos y gráficos, derivando de este hecho múltiples procesos culturales de envergadura histórica y alcance global. Simplemente, la impresión y publicación de la Biblia en lenguas vernáculas (alemán, inglés, francés, español, etc.) propició la conservación y legitimación de estas lenguas, permitiendo así la consagración de idiomas, como fue el caso del español o el inglés.[6] Ahora bien, siendo las lenguas un elemento fundamental de la etnicidad se puede especular sobre el papel clave que desempeñó la imprenta en la gestación y desarrollo de las ideologías nacionalistas en Europa y el mundo. La publicación de libros en las lenguas nacionales combinada con la acción de una masa crítica de lectores y escritores ilustrados revolucionó la geopolítica mundial de los siglos XVIII y XIX. Se ha argumentado e ilustrado empíricamente que la accesibilidad de la Biblia en idioma alemán y demás lenguas germánicas facilitó la génesis y desarrollo del movimiento de Reforma, con las consecuencias que esto tuvo en la reconfiguración del sistema-mundo occidental.

La cuestión es que ante esta notable capacidad para afectar de manera catastrófica el curso de la historia, la imprenta y los medios de comunicación en general, se han percibido siempre como entidades poderosas e incluso peligrosas. Pero cuando estas agencias sociales se transforman en industrias[7] y éstas son controladas y conducidas expresamente para imponer una ideología o un determinado régimen político, entonces, sí se convierten en aparatos temibles. Tal fue el caso de los nazis y el uso que hicieron de los medios de comunicación para ascender, consolidarse en el poder y, luego, guiar al pueblo alemán a una guerra contra el mundo. En esta peligrosa coyuntura de ascenso al poder del Partido Nacional Socialista, en Alemania, los pensadores sociales Adorno y Horkheimer fundan una corriente de pensamiento crítico y acuñan el término industria cultural para referirse a la cultura de masas y, por extensión, a los medios masivos de comunicación. Desde la perspectiva de esta corriente de pensamiento, conocida como la Escuela de Frankfurt, la aparición de la cultura de masas en la sociedad moderna inicia un proceso de degradación de la cultura al transformarla en mercancía, con lo que limita su potencia crítica y disuelve su contenido. “A través del modo industrial de producción —apuntan Mattelard y Piemme— se obtiene una cultura de masas hecha de una serie de objetos que llevan muy claramente la huella de la industria cultural: serialización, uniformidad, división del trabajo.”[8]

Independientemente de que las advertencias sobre la industrialización de la cultura se hayan cumplido, y de que la cultura de masas, por estar sometida a las leyes del mercado y del capitalismo industrial, sea de facto un producto diluido y acrítico, detrás de este tipo de planteamientos subyace una concepción elitista de la cultura que desdeña, o por lo menos deja sin observar, las complejidades de las relación entre el arte, los medios y la sociedad, y específicamente entre la cultura y la tecnología.[9]

Para Mattelard y Piemme, la crítica de la Escuela de Frankfurt a la cultura de masas y su sistema de producción puede ser interpretada como “una vigorosa protesta letrada contra la intrusión de la técnica al mundo de la cultura,”[10] siendo el principal problema la reproducción de las prácticas y las obras culturales con medios técnicos, tal como lo explica Walter Benjamin en su texto clásico El arte en la época de la reproducción mecánica:[11]

Es como si la escritura, salvaguardia de la originalidad, fuera también y, por lo mismo, garante de la autenticidad y de la racionalidad de la comunicación y que en cambio, la imagen, inmediatamente ligada a la facultad de ser reproducida, errara siempre en un irracionalismo no deseado.
[12]
Más de medio siglo después de darse a conocer estas ideas, la televisión se desarrolla y se consagra como medio de comunicación de masas, así como la industria cultural dominante en el mundo. Con lo cual la imagen y el sonido se establecen como los lenguajes de mayor universalidad y penetración en la sociedad moderna, tal como se observa en el caso de los Beatles y en la expansión global de los mercados de la música grabada, el cine y la televisión. La preeminencia del discurso audiovisual en la sociedad contemporánea ha dado lugar a que se le caracterice como una sociedad del espectáculo,[13] saturada por el accionar de los medios de comunicación de masas. El sistema simbólico que se deriva de la emergencia de estos procesos sociales se plasma en lo que Castells denomina la cultura de la virtualidad real, a la que define como:

Un sistema en el que la misma realidad (esto es, la existencia material o simbólica de la gente) es capturada por completo, y sumergida de lleno en el escenario de las imágenes virtuales, en el mundo de hacer creer, en que las apariencias no están sólo en la pantalla a través de la cual se comunica la experiencia, sino que se convierten en la experiencia (M. Castells, 1999a).

En la actualidad, a tres décadas del estallamiento de la revolución tecnológica digital, después de la consolidación de Internet como un nuevo medio de comunicación y, derivado de esto, el surgimiento de millones de nuevas industrias culturales en la Red, el propio concepto de industria cultural ha cambiado radicalmente su sentido, ya se habla de industrias culturales —en plural— para referirse, en general, a todas aquellas agencias (principalmente privadas, pero también públicas y organizaciones no gubernamentales) involucradas en la producción social de significados.[14] Todas ellas dedicadas a difundir información, produciendo textos e hipertextos y comunicándose con un gran público masivo. De esta forma, la llamada cultura de masas se constituye hoy día en un componente básico de los diversos campos de producción cultural, en todos los países del mundo globalizado.

En este sentido, las industrias culturales operan como agencias sociales esenciales para la reproducción material y simbólica de la sociedades contemporáneas en todo el mundo, y por tanto no pueden seguir siendo vistas desde una perspectiva puramente negativa. Ahora bien, distanciarse de una visión pesimista de los medios de comunicación de masas, no significa que debamos celebrar complacientemente su existencia, tal y como se despliegan en la sociedad globalizada. Es preciso entenderlas como organizaciones complejas, ambivalentes que al mismo tiempo que actúan como aparatos de control y legitimación social, cumplen funciones de difusión y democratización cultural.


[1] A. Briggs y P. Burke, De Gutenberg a Internet : Una historia social de los medios de comunicación, Taurus, Madrid 2002.

[2] Cfr. Shannon y Weaver, The mathematical theory of comunication , University of Illinois University Press, Illinois, 1949.

[3] Cuando se formula la teoría se utilizaba el término medios “mecánicos” en vez de “electrónicos”, ya que hasta mediados del siglo XX los medios tenían un base tecnológica mecánica o química, como eran los casos de la imprenta, la fotografía o el cine.

[4] Carlos Loret de Mola es un conocido periodista mexicano.

[5] Cfr. Pierre Bourdieu, The Field of Cultural Production, Columbia University Press, New York, 1993.

[6] Tanto la obra de Cervantes como de Shakespeare demuestran la “Edad de Oro” por la que transcurría el desarrollo de lenguas vernáculas como el castellano y el inglés.

[7] Se hace referencia a la industria editorial o la prensa, y a partir del siglo XX a la industria cinematográfica, radiofónica, televisiva, y en el siglo XXI las emergentes industrias de la difusión por Internet.

[8] A. Mattelart, y J. M. Pimme, “Las industrias culturales. Génesis de una idea”, en Industrias culturales: el futuro de la cultura en juego, FCE/ UNESCO, México, 1982, p. 64.

[9] G. Índice, El recurso de la cultura: usos de la cultura en la era global, Gedisa, Barcelona, 2002.

[10] A. Mattelart, y J. M. Pimme, op. cit., p.65.

[11] W. Benjamín, “El arte en la época de la reproducción mecánica”, en J. Curran et. al., (eds.), Sociedad y comunicación de masas, FCE, México, 1981.

[12] A. Mattelart, y J. M. Pimme op. cit.

[13] Cfr. G. Debord, La sociedad del espectáculo, Anagrama, Buenos Aires, 1995.

[14] D. Hesmondhalgh, The Cultural Industries, SAGE, London, 2002, p. 11.

Fuente:
http://www.xoc.uam.mx/~cuaree/no44/dos/medios.html

2 comentarios:

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